martes, junio 26, 2007

Un ángel y un cristal

Tal vez por el asedió católico de mi educación, es que soy agnóstico como un tal Borges. Tal vez por el sin sentido de las fábulas de mi infancia, es que no creo en arcángeles ni en luciferes. Sin embargo (y odio los sin embargo) sin quitarle la razón a lo razonable, mientras estaba yo sentado frente a una cristal que necesitaba un abrazo, dejando mi corazón y la verdad sobre la mesa, sin avisar se manifestó una niña. Aquella pequeña al vernos vislumbró la situación como si supiera con experiencia, lo que muchos tardan años en aprender. Mientras nuestras manos apagaban el frío llenos de dudas y un no se, la niña solo dejó una tarjeta y sin pedir nada a cambio, se desvaneció tras el vidrio empañado de aquel invierno, como un ángel. Ambos nos miramos, reímos y miramos lo que decía la tarjeta…

No dude nunca de su mirada, que parecía no mentir en sus besos; maldito sea el pasado, que deja como huella las cicatrices. Quisiera contar los besos que no me diste mientras espero, la osadía del ayer. Quisiera verte y no puedo atarme de manos y pies. Tus palabras reclaman silencio y libertad, pensamiento y reflexión. Ese tiempo que no se distingue entre pasado y presente, entre un ayer o un mañana. No me siento culpable de tu lejos, ni dejo de fruncir los entrecejos que usurpan de tus ojos la alegría. Quisiera ser tus respuestas a tanta hipocresía de promesas narcisas. Permite que mis manos te malcríen y dejen tus labios caer aquella sonrisa verdadera, la misma que me convenció mirarte por primera vez. Agradezco la sinceridad de tus dagas y las promesas gastronómicas que nos faltan recorrer. Excúsame si es muy pronto, pero añoro ya nuestros hasta luego y extraño nuestros hasta hoy.

…"Cuando el amor no es locura, no es amor”

domingo, junio 10, 2007

Preámbulo A Las Instrucciones Para Dar Cuerda Al Reloj


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
De Julio Cortázar