Dicen que hay un hombre por la ciudad, cuyo destino es tener amores que nunca fueron. Los tiene en el colectivo, en el subte, caminando por calles asfaltadas o de tierra. El hombre tiene amores que nunca fueron cuando sale a bailar, o cuando va a la cancha a ver el equipo de sus amores. Los tiene en una fiesta o cuando va al supermercado.
Al hombre de los amores que nunca fueron siempre le pasa lo mismo. Cada vez que se dirige a algún lugar y cierta mujer logra acelarar sus pulsaciones, la mira fijamente hasta encontrar la devolución de atención. Y cada vez que lo logra… esas femeninas contemplaciones se bajan del subte, o del colectivo, o se largan al finalizar el partido de futbol, huyen de la fiesta o cancelan rápidamente en efectivo sus compras.
Esa devolución de miradas entre él y las mujeres que se han topado en su camino, son amores que nunca serán. Será una pasión hecha cenizas. Un corazón que nunca encontrará su contrapunto. Esas miradas nunca se dirán te amo, ni amanecerán juntas sintiéndose respirar el uno al otro.
Sin embargo, el hombre de los amores que nunca fueron, nunca para de caminar. Porque para él de eso se trata, de llegar a algún lugar y encontrar por fin una mirada conciliadora y complaciente que no quiera bajarse o escaparse a ningún lado.
Tal vez todos nosotros tendríamos que aprender algo de él y seguir caminando…
O será que todos llevamos un hombre de amores que nunca fueron dentro?
Al hombre de los amores que nunca fueron siempre le pasa lo mismo. Cada vez que se dirige a algún lugar y cierta mujer logra acelarar sus pulsaciones, la mira fijamente hasta encontrar la devolución de atención. Y cada vez que lo logra… esas femeninas contemplaciones se bajan del subte, o del colectivo, o se largan al finalizar el partido de futbol, huyen de la fiesta o cancelan rápidamente en efectivo sus compras.
Esa devolución de miradas entre él y las mujeres que se han topado en su camino, son amores que nunca serán. Será una pasión hecha cenizas. Un corazón que nunca encontrará su contrapunto. Esas miradas nunca se dirán te amo, ni amanecerán juntas sintiéndose respirar el uno al otro.
Sin embargo, el hombre de los amores que nunca fueron, nunca para de caminar. Porque para él de eso se trata, de llegar a algún lugar y encontrar por fin una mirada conciliadora y complaciente que no quiera bajarse o escaparse a ningún lado.
Tal vez todos nosotros tendríamos que aprender algo de él y seguir caminando…
O será que todos llevamos un hombre de amores que nunca fueron dentro?