Cuentan de un hombre ermitaño que habitaba en U-Tsang, provincia al suroeste del Tibet, tierra asiática de grandes misterios y creencias budistas, a quien todos acudían para entregarse a sus lecciones y consejos. Iban todos aquellos que perdían el rumbo de sus vidas, dudaban de tomar decisiones difíciles o simplemente para sentirse más seguros de sí mismos. Todos lo llamaban, el Hombre de los Consejos.
Un día se le acerca una niña y le dice:
- Hombre de los Consejos, tengo miedo. Hay un monstruo en mi placard que no me deja dormir.
- Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos. Cuando te encuentres paralizada del miedo, respira hondo y cuenta hasta 5. No volverás a sentir miedo jamás!
Un jueves se le aproxima un jóven y le dice:
- Hombre de los Consejos, debo reconquistar a una joven, pero temo que me diga que no.
- Conquistar sin riesgo, es triunfar sin gloria.
Un atardecer se le presenta un viejo y le dice:
- Hombre de los consejos, sé que soy viejo y se me avecina la muerte, ¿debo temerle?
- No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
El Hombre de los Consejos seguía instruyendo a la quimérica ciudad de U-Tsang, salpicando a todos de su sabiduría, sapiencia e inteligencia.
Sin embargo, un día martes ve a Amy Chan aproximarse, mujer de la cual se había enamorado perdidamente el Hombre de los Consejos en su adolescencia.
- Hola! – dijo ella
- (respiró hondo) 5, 4, 3… Demonios! – dijo él.
Un día se le acerca una niña y le dice:
- Hombre de los Consejos, tengo miedo. Hay un monstruo en mi placard que no me deja dormir.
- Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos. Cuando te encuentres paralizada del miedo, respira hondo y cuenta hasta 5. No volverás a sentir miedo jamás!
Un jueves se le aproxima un jóven y le dice:
- Hombre de los Consejos, debo reconquistar a una joven, pero temo que me diga que no.
- Conquistar sin riesgo, es triunfar sin gloria.
Un atardecer se le presenta un viejo y le dice:
- Hombre de los consejos, sé que soy viejo y se me avecina la muerte, ¿debo temerle?
- No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
El Hombre de los Consejos seguía instruyendo a la quimérica ciudad de U-Tsang, salpicando a todos de su sabiduría, sapiencia e inteligencia.
Sin embargo, un día martes ve a Amy Chan aproximarse, mujer de la cual se había enamorado perdidamente el Hombre de los Consejos en su adolescencia.
- Hola! – dijo ella
- (respiró hondo) 5, 4, 3… Demonios! – dijo él.
“A veces en el amor, no hay consejos que valgan la pena oír.”