lunes, junio 09, 2008

Mi boca y la mía

“Mi boca es mía” me dijiste siendo dos extraños.
Mi boca quedó sin palabras y sin arrepentirme de ser un tirano te robé un beso. Tu boca no renegó de tal gesto y ahora fuiste tú la que te quedaste sin palabras. A veces el silencio puede ser generoso, tanto que mi boca se aprovechó de la tuya y no se necesitaron más palabras, ni arrepentimiento ni tiranías.
Mi boca se enamoró de tu boca y la tuya, de la mía.
Nunca me atrajeron tus ojos, ni tus hombros, ni tus manos. Nunca me cautivaron tus orejas, ni tus pies, ni tus pecas. A mi boca solo le interesaba tu boca y la tuya, la mia. Nada más.
“Mi boca es tu boca, para siempre” le susurraste a mi boca y te tomé la palabra.
Sin embargo, no recuerdo cómo ni porqué te fuiste de este mundo, egoísta como tu decisión de quitarte la vida. Me dejaste sin tus ojos, sin tus hombros y sin tus manos. Ya no puedo acariciar tus orejas, ni tocar tus pies ni contar tus pecas.
Ahora solo tengo para seguir manteniendo tu estela viva cerca de mi almohada, el roce húmedo y absoluto de mi boca... y la mía.

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