Me entrego como perdedor sin haber renunciado antes a la victoria, solo para que las palabras que ahora me imponen sean maquilladas a mis reales sentimientos y pueda entender, sin el rencor fortuito, el dolor presente en esta carta que ahora debo sostener en mis manos. No entiendo, te juro que no lo entiendo.
¿De esto se trata la vida? Palabras que viajan sin dicusión a donde ella quiere, sin decir hacia donde van. Amor! Date cuenta que no somos culpables de nada. Porque el fracaso no nació en los errores que cometimos, sino en aquellos que nos faltó por cometer.
Por un momento pensé que éramos una pareja perfecta. Sin embargo, a veces solo basta saciar el sueño del otro, sin consultas ni posibilidades a tu espejo, haciendo del océano, mis cómo y mis porqué. No entiendo, te juro que no. A veces duele más una puñalada, que mil cuchillos.
Y es que no hay nada tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad. Me niego a entender cuando deciamos que todo tiempo pasado fue mejor, porque condenamos nuestro futuro sin conocerlo. Y ahora a miles de aires de distancia y por una cuestión de constumbre, deseo que estés bien. Solo que ahora me pregunto si eso ahora es lo mejor para ti.
Porque al menos yo, no tengo de que perdonarte. Lo siento.
Yo (en lugar de)
PD: Como verás he redactado esta carta más extensa de lo usual porque carezco de tiempo para escribirla más breve.
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