Hace tiempo un chavón me contó que el juego más hermoso que jamás haya creado el hombre, nació con la cabeza de un soldado degollado. Y obvio, con la patada llena de rabia que le dio un soldado enemigo. El primer gol, no oficial por supuesto, se decreto al pasar la cabeza por dentro de dos árboles. ¡Pero eso es terrible boludo! – le dije. Depende. - me contestó. Terrible para el arquero. Pero para el delantero... fue la gloria.
En el juego como en la vida el esfuerzo individual no es nada si no es parte del esfuerzo colectivo, la colaboración no se entiende sin el principio básico de la generosidad. Todos nos brindamos por una misma causa, esa actitud nos une y nos hace hermanos.
El llano potrero es una paradoja. Es el lugar más pobre y desamparado donde encontrás al amante del futbol, sin vicios, puro. Es un milagro.
Dicen que las primeras guerras de la humanidad sucedieron entre hermanos y que más tarde nació el juego para evitarlas, imitándolas simbólicamente. Es una lástima que en nuestros días se confunda la guerra con el juego y el juego con la guerra. Especialmente entre hermanos.
El banco de suplentes es un purgatorio, es como un pantano; entre más te quedas y menos entras, más te envicia. Es lo más parecido a llevar a tu novia de luna de miel, no poder hacerle el amor y además soportar que 22 boludos y 3 policías de negro se agasajen con ella ante la mirada cómplice de miles.
Los reencuentros son siempre momentos mágicos; como el gol de un delantero después de una mala racha o tocar la pelota después de una lesión prolongada o el regreso de un hincha al estadio luego de años de ausencia.
El amor a la madre y el amor a la camiseta son la misma cosa y es que la vieja es nuestra primera identidad. Por su amor se lucha como por la vida, todo hincha quiere demostrar que nadie ama a la camiseta como él y todo hijo sabe que nadie ama a la vieja como él.
Decime si miento: el amor a la mujer es el mismo que el amor a la pelota. Hay que saber encontrarla y enamorarla, hay que cuidarla, guiarla con talento, ordenándole cuando es necesario pero siempre manteniendo el control.
Que fácil sería si al nacer uno pudiera identificar la diferencia entre pasión y talento. Es la misma diferencia que existe entre un hincha y un crack, entre adorar y ser adorado.
El fair play acaba en donde comienza la intolerancia. Cuando los hermanos deciden que el juego vuelve a ser guerra y entonces desaparecen las pelotas.
Pero qué se puede hacer cuando después de tantos años de adorar la camiseta, de cantar y gritar defendiéndola y muriendo por ella; ella encuentra alguien con mas pulmones y más ganas y que dice que sabe cantar y morir mejor por ella. Cómo hacer a un lado el orgullo herido?
Desde que el futbol es negocio, todo gira alrededor del resultado; la alegría del juego desaparece y el miedo lo envuelve todo. Nadie intenta nada porque está prohibido fallar, es como vivir con un revolver apuntándote a la sien.
El problema del amor a la pelota es que todos quieren con ella y ella quiere con todos, por eso es tan importante cuidarla.
El penal significa castigo, el castigo suele ser solo para uno; para el que falla. El que acierta se cubre de gloria. Si ambos resultan castigados entonces significa que el juego de la vida que es el más grande, le gano al juego del futbol que es el más bello.
Fragmentos de la película “Rudo & Cursi”