Volvió a llegar tarde a esa oportunidad que nunca le concedió. Ahora, su sombra le carcome la catrera y la noche desdibujada disimula sus lágrimas con frío y remordimiento.
Se quedó solo sin la nada, cuando todo ya lo había perdido. Aunque de a ratos se escuchaba el vacío, que se quejaba desde su colchón (aquel sufrido veterano de guerras), sin las sábanas sobre las que alguna vez describió caminos apasionados, coleccionó secretos imposibles y abrigó hogueras irrepetibles. Es cierto, mucho tiempo no le queda a su pobre catrera, se está fastidiando, perturbando su armonía, pensando que su estela de jazmín volverá algún día.
Su diabólica sombra lo devora en enfermedades fatales, confundiéndolo quizás, con algún irrespetuoso recuerdo, o tal vez, con algún clandestino “templo” amoroso.
La noche desdibujada por el misterio, emana infinitos matices apagados que acarician sus lágrimas, que oxidan sus labios en los cuales yacen los besos calcados que alguna vez robó.
Suspiró demorando su alma. El silbido del agua que hervía, lo hizo volver a la realidad, esa realidad que ya no existe, como tampoco ese día, al que le guarda un favorito rencor. Él nunca volvió a verla.
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