sábado, septiembre 23, 2006

Te digo mucho sin decir nada...

Desde pequeño tuvo el corazón frágil. Delicado a las miradas amables y a los gestos sugestivos. Débil al rechazo y a las despedidas. Aquel humilde escritor creía que el amor era solo una curiosidad y terminó dándose cuenta que era mucho más que eso.

Es que mientras destilaba en vano sus memorias en un añejo libro de páginas en blanco, una complaciente y delicada voz cautivó sus sentidos y con ellos, aquel frágil corazón que lo acompañaba. Ese mismo viejo hombre, desmintió a la curiosidad y se entregó por entero al paisaje de aquella sonrisa.

Sus inmaduras manos confesaban amores e historias. Su humilde inspiración contaba con las mas sinceras ilusiones de expresar el deseo profano de una noche perfecta. Conoció el amor en sus páginas, contaminó la primavera de aquellos ojos al mundo y a la dulce melodía de sus besos.

Sin embargo, una tarde deshojada por el triste sufrir de las caricias, el alma que le pertenecía, ilusión de eternidad...se marchó.

Fue simplemente así que dejó de empapar sus sentimientos en hojas de papel. Esas mismas hojas que ahora, mucho tiempo después, se hallaron en la presencia de la oscuridad buscando caminos que recorrer. Sus manos se refugiaron en la incertidumbre. Su humilde inspiración ya no dejaba retazos de dulce savia, ni ilusiones que despertasen frágiles melodías de primavera. Se confiscaron sueños y anhelos por las tristes noche en soledad. Pero ni siquiera eso se comparaba con la desolada sentencia de su frágil corazón, quien había decidido irse con ella.

Es así mi humilde lectora, que aquellas manos, mis manos, llenas de energía y asiduidad dejaron de escribir... hasta ahora.

Tal vez aquella quimérica pluma renació por la certeza de lo inexplicable, por la sorprendente pero cierta atracción de tus ojos, de tu sonrisa. Saber que todavía no atesoro tu figura, me dan muchas más ganas de abrazarte. La distancia no es mucha cuando leo tus líneas, porque imagino tu voz. Aquel pelo oscuro que supo entremezclarse entre mis dedos, disfrutó cada momento y todavía se relamen pidiéndote a gritos. A veces sueño demasiado para encontrarte. Pero lo importante es que siento nuevamente un galope en mi pecho y parece que ya no habla de fragilidad. Habla de paciencia e impaciencia. Habla de tranquilidad y espera... habla de vos.

Lo importante no es lo que nos hace el destino,

sino lo que nosotros hacemos de él.

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